El árido rompecabezas del manejo del agua.

Cuando hablamos del agua, hablamos de vida. Es parte esencial de nuestra composición y asegura nuestra existencia. Es un elemento fundamental para casi todos los procesos de la naturaleza y un recurso indispensable para las actividades humanas, desde lo más básico como quitar la sed, cultivar alimentos y sanidad, hasta la producción de bienes, minería, e incluso para el lujo de flotar en una piscina el fin de semana.

Sin embargo, el agua sigue considerándose un recurso infinito y barato; en muchos casos, se desperdicia y se gestiona de forma inadecuada, desde los hogares hasta las ciudades y los países. El 54 % de la población mundial vive actualmente en ciudades; este desarrollo urbano desmedido exige mayor extracción de fuentes de agua y mayor descarga de aguas negras, que contaminan los ríos y lagos. La degradación ambiental está afectando la disponibilidad y la calidad del agua. Esto se suma a la producción descontrolada de bienes y los patrones de consumo actuales. Sobre todo, si se tiene en cuenta que ya somos 7600 millones de personas y el uso del agua ha venido aumentando un 1 % anual en todo el mundo desde la década de 1980. Sin embargo, más de 2000 millones de personas viven en países que sufren una fuerte escasez de agua (UNESCO, 2019, p. 1).

En 2010, la ONU reconoció mundialmente al agua y su saneamiento como un derecho humano clave para el desarrollo individual y social. Sin embargo, no se han garantizado los mecanismos para que esto se cumpla. Mientras que el impacto en las reservas hídricas, sujetas a grandes presiones, está provocando conflictos entre países y dentro de estos, en el período 2010-2018 se reportaron 263 disputas relacionadas con el agua (UNESCO, 2019, p. 20). Esta situación está agravando las desigualdades e incluso provocando flujos migratorios, todo ello potenciado por los efectos que está trayendo el cambio climático.

México: derroche del futuro hídrico

México representa un caso paradójico de gestión del agua. Durante los últimos setenta años, el país perdió más de la cuarta parte de sus reservas de agua (Conagua, 2016). Por su posición geográfica está en la línea de los grandes desiertos y un tercio del territorio del país es árido; en esta zona, en donde el agua es escasa, se concentra el 66 % de la población y el desarrollo urbano y económico: el centro y norte del país generan el 87 % del producto interno bruto. Mientras que en el sur se encuentran los estados con mayor disponibilidad de agua pero mayores índices de pobreza y marginación; zona de paso de las tormentas tropicales, sufre constantemente de inundaciones y crecidas de ríos. El país es muy vulnerable al cambio climático y los eventos meteorológicos, y puede padecer sequías extremas o trágicas inundaciones.

Sin embargo, la grave disminución de las reservas de agua se debe en gran parte a una mala gestión del recurso.

Gráfico 1. México: disponibilidad de agua en m3 por habitante por año

Fuente: Comisión Nacional del Agua (Conagua, 2016).

Gráfico 2. Grado de presión sobre el recurso hídrico, 2015

Fuente: Conagua (2016)

En los últimos doce años los gobiernos en turno han declarado al agua como una prioridad de seguridad nacional, aunque sus programas públicos y políticas hicieron poco para cuidar el recurso. A continuación se explican los factores que han alimentado esta problemática.

Sobreexplotación del agua y aumento de la escasez

El principal suministro de agua potable de México proviene de manera creciente de la extracción de los mantos acuíferos. «El agua subterránea se usa para el riego de dos millones de hectáreas y cubre 50 % de la demanda de la industria, el suministro de 70 % de las ciudades y el de casi toda la población rural» (Jiménez y Galizia, 2012, p. 312).

En los últimos 25 años, gran parte de la política hídrica se centró en asignar y concesionar el recurso para la promoción de actividades productivas: agropecuarias, industriales y mineras, así como para los desarrollos urbanos y hoteleros. Sin embargo, no se revisó la disposición real de agua de los lugares, lo que está generando sobreexplotación de aguas subterráneas, en muchos casos milenarias, que no se están recargando. Además, al extraer agua de pozos cada vez más profundos, se liberan minerales que están acumulados, como flúor, arsénico, hierro y manganeso, que en grandes cantidades son tóxicos y generan problemas de salud pública.

Mala distribución, desigualdad y conflictos

Otro de los grandes problemas de México sigue siendo la mala distribución del recurso: 3 millones de personas carecen del servicio de agua potable y 22 millones no tienen acceso a servicios de drenaje (INEGI, 2005). Por otra parte, no se cuenta con estudios claros sobre la calidad del agua municipal; esta falta de seguridad provoca que las personas desconfíen y opten por comprar agua embotellada.

Esta distribución cada vez más restringida de los recursos hídricos ha provocado un aumento de los conflictos. Se privilegia la entrega del recurso a actores con mayor poder financiero y con influencia política, se aprueban y empiezan a desarrollar obras públicas o privadas sin respetar la disposición real de agua y sin consultar a la población que va a ser afectada (Jiménez, Terregosa y Aguilar, 2010, p. 609). Esta situación ha llevado a que las comunidades opten por defender sus territorios, a través de procesos legales, protestas o, en algunos casos, hasta por medio de las armas.3 Sin embargo, está aumentado la participación de organizaciones sociales, iniciativas ciudadanas y grupos de vecinos que, cada vez más articulados y activos, denuncian este tipo de abusos y en algunos casos logran detenerlos.

Contaminación

Los ríos de México se encuentran en un grave estado de deterioro. Más del 70 % de los cuerpos de agua del país están contaminados, en gran parte, debido a las descargas muchas veces sin control de la minería, la agricultura, las ciudades y, sobre todo, las industrias. Las principales ciudades (México, Guadalajara) y el corredor agrícola e industrial del centro del país son las regiones más contaminadas.

La situación de deterioro y toxicidad de los cuerpos de agua ha pasado de ser un desastre ecológico a una crisis social y de salud pública. Debido a que muchas personas dependen de estas fuentes de agua y sin importar el grado de contaminación que presente, toman su suministro, ya sea para riego de cultivos o usos básicos. «México es el segundo país en el mundo, después de China, que utiliza agua residual cruda para riego en más de 180,000 hectáreas irrigadas y agua residual tratada en aproximadamente 70,000 hectáreas» (Jiménez y Galizia, 2012, p. 331).

Se ha tratado de construir plantas de tratamiento de aguas negras municipales y ampliar la cobertura, pero en muchos casos estas se ven superadas por los parámetros de contaminación de México. Además, no se cuenta con capacidad técnica ni económica para operarlas y darles mantenimiento. Por otra parte, las autoridades no realizan inspecciones adecuadas a las industrias que por ley deben tratar sus aguas y en muchos casos descargan sus químicos tóxicos a los drenajes municipales o a los ríos (Mastretta, 2017). La poca responsabilidad social de las industrias, así como los montos tan bajos de las multas, llevan a que prefieran pagar, incluso de forma recurrente, a realmente hacer algo para remediar su contaminación. Finalmente, la corrupción y tráfico de influencias agregan más veneno a este cóctel tóxico y evitan la correcta aplicación de leyes y normatividad.

El confuso entramado de la gestión del agua

En México el agua es propiedad de la nación y su administración se realiza a través de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).5 Sus funciones son: administrar, regular, controlar y proteger las fuentes de agua. Debe establecer sus propias políticas, emitir permisos para autorizar y regular el uso de las aguas superficiales y subterráneas, cobrar impuestos y multas, así como diseñar y evaluar proyectos, generar normas y evitar que la contaminación afecte los recursos hídricos. Sin embargo, los servicios públicos de agua y saneamiento son responsabilidad de cada uno de los 2438 municipios del país. En la mayoría de las ciudades y pueblos, los gobiernos municipales cuentan con organismos que se encargar de distribuir y cobrar por el agua que la Conagua les otorga. De igual forma, son los encargados de manejar y sanear las aguas negras (Jiménez et al., 2010). Sin embargo, en muchos casos, debido a la falta de capacidades técnicas, de infraestructura y de presupuesto los municipios son el punto más débil de la gestión del agua.

Cascada de Agua Azul, Chiapas, México

Esta situación ha generado una descoordinación entre autoridades y un enredo confuso de responsabilidades y atribuciones. Así, el manejo del agua se ve afectado por intereses de gobiernos de turno, pugnas partidistas, además de que en muchos casos el poder central no tiene realmente conciencia de los problemas locales. Este círculo vicioso afecta la adecuada aplicación de la normativa, favorece la corrupción y la ineficiencia. Al final, las autoridades no cumplen con sus resonsabilidades y no existe supervisión ni control sobre el recurso.

La grave problemática del agua no ha recibido los presupuestos que requiere para resolver los problemas que van aumentando. La Conagua ha visto incluso reducidos sus recursos dramáticamente año tras año,6 con los efectos que esto ha tenido en el mantenimiento y renovación de la infraestructura.

Cómo recuperar el ciclo virtuoso del agua

México es un ejemplo representativo de un modelo inadecuado de gestión del agua. Sin embargo, se trata de un problema mundial creciente: las malas prácticas y las consecuencias se repiten de forma similar en todo el mundo. Cada vez es más evidente la necesidad de romper con el ciclo vicioso en el que está hundido el manejo del agua, esta concepción lineal de extracción, distribución, uso y desecho. Este enfoque ha permitido el derroche, la sobreexplotación y la contaminación. Para modificarlo se propone implementar las siguientes acciones que lleven a una gestión integral del agua:

1. Generar campañas de concientización, así como la apropiación de tecnologías que permitan el ahorro del líquido y que se evite su desperdicio, tanto a nivel de los hogares como de las empresas e incluso a nivel público. Se debe evitar otorgar concesiones en donde exista baja disponibilidad de agua, así como mejorar los sistemas de medición y cobro.

2. Promover un desarrollo urbano e industrial responsable: que realice un máximo uso de los recursos disponibles como del agua de lluvia y las aguas residuales con procesos de tratamiento adecuado, así como recargar las aguas subterráneas. «Incluso estados y comunidades ya se planean implementar la visión de cero descargas y el 100 % de reciclaje de aguas residuales en entornos industriales» (UNESCO, 2019).

3. Evitar y sancionar la contaminación: se debe exigir a las empresas que traten y dispongan de sus aguas contaminadas, evitando al máximo cualquier tipo de descarga. En caso de no cumplimiento, se debe sancionar no solo con multas, sino también con acciones que reviertan los daños generados por la contaminación.

4. Es fundamental proteger y resguardar los ecosistemas naturales que están generando y manteniendo estos recursos, las zonas en donde se recarga el agua, donde nacen los ríos y lagos. Se debe castigar y evitar invasiones, deforestación y cambio de uso de suelo. De igual forma, se debe retribuir por los servicios ambientales de las poblaciones que resguardan estas reservas.

5. Es fundamental que las autoridades cumplan su papel de control y regulación por medio de políticas efectivas para sancionar los actos ilegales, la mala gestión y los abusos de poder (UNESCO, 2019). Para evitar que las entidades de gobierno comprometan su función a intereses particulares o clientelares, se deben generar mecanismos de transparencia y acceso a la información que den cuenta de la gestión del recurso, y es indispensable la participación de la sociedad para exigir que esto se cumpla.

6. Esquemas de financiamiento y prioridades bien definidas: lo que no se gasta en garantizar agua de calidad, se gasta en salud pública y resulta más caro.7 Se debe reconocer que nuestros recursos naturales no son finitos, asumir el costo de su aprovechamiento y el beneficio de conservarlos. Se requiere generar esquemas de financiamiento y que en los presupuestos públicos y privados se asignen partidas para promover la eficiencia, la reutilización y la recirculación del agua. De igual forma es fundamental generar esquemas de incentivos económicos y fiscales.

El manejo del agua es uno de los grandes desafíos ambientales que tenemos como especie; se trata un problema muy grave, que provoca la multiplicación de sus efectos. Con el agua no se juega: no es una mercancía ni un bono de inversión, es un recurso fundamental para la vida y su conservación. Como sociedad debemos exigirlo no solo a nuestros líderes, sino también ponerlo en práctica por medio de una utilización consciente del recurso cada día y en nuestras decisiones de compra y consumo. Cada gota que ahorremos o reutilicemos recuperará el delicado equilibrio del ciclo del agua y nos asegurará su disposición actual y para las generaciones que vienen.

Fuentes

Comisión Nacional del Agua (Conagua) (2016). Estadísticas del agua en México. Ciudad de México: Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Información (INEGI) (2005). II Conteo de Población y Vivienda 2005. Ciudad de México: INEGI.

Jiménez, B., y Galizia, J. (comps.). Diagnóstico del agua en las Américas. Ciudad de México: IANAS-Foro Consultivo Científico y Tecnológico.

Jiménez B., Torregrosa, L., y Aguilar, L. (comp.) (2010). El agua en México: cauces y encauces. Ciudad de México: Academia Mexicana de Ciencias.

Torregrosa, L. (2012). «Los recursos hídricos en México». En Jiménez B., y Galizia, J. (comps.). Diagnóstico del agua en las Américas (pp.  309-357). Ciudad de México: IANAS-Foro Consultivo Científico y Tecnológico.

Mastretta, V. (2017). «Desgobierno del agua», Revista Nexos, julio.

Unesco, WWAP (2019). Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2019. No dejar a nadie atrás. París: UNESCO.

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