En Servicios Integrales en Medio Ambiente creemos que todas las buenas acciones, por pequeñas que sean, generan grandes cambios.

De acuerdo con Forbes, en el año 2000, el mundo se unió para lograr en 15 años 15 objetivos globales. No todas las metas fueron alcanzadas (la mortalidad infantil se redujo a más de la mitad, aunque no se cumplió el objetivo de bajarla dos tercios), sin embargo, otros compromisos sí se lograron, incluso antes de tiempo: el número de personas sin acceso a agua potable se redujo a más de la mitad cinco años antes de la fecha establecida.

Actualmente tenemos una segunda oportunidad para proteger el futuro de nuestro planeta. En 2015, las Naciones Unidas volvieron a diseñar una agenda global, y esta vez nos preguntaron a todos qué problemas queríamos resolver. La encuesta masiva, además del trabajo estratégico de los países miembro, resultó en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados para 2030.

¿Cómo asegurarnos de que esta vez sí cumplamos con estas metas?

La educación no es la respuesta a todos los males, pero tiene un papel fundamental en la construcción de una sociedad donde las soluciones crezcan más rápido que los problemas; donde las oportunidades sean más y para más personas; donde disminuya la violencia; y donde exista el diálogo y la igualdad. Es una herramienta clave para conseguir que los Objetivos de Desarrollo Sostenible sean mínimos o casi innecesarios en el futuro. Y sobran los ejemplos de que funciona.

De hecho, una forma de medir nuestro progreso como sociedad, más allá de los índices macroeconómicos, la evolución de los sistemas de innovación o los índices de desarrollo humano, podría ser un indicador que midiera cómo evoluciona esa voluntad individual de cada ciudadano para producir impacto positivo en sus comunidades.

Pero no podemos caer en la simplificación de dejar esta compleja carga a la escuela y a los educadores, ni en la irresponsabilidad de pensar que esto es labor de las nuevas generaciones en cuyas manos estaremos el día de mañana.

Como política, como empresaria, como padre o abuelo, como periodista o vecino, sea cual sea tu profesión o tu ocupación, tienes algo que aportar. No hace falta ser uno de los grandes líderes mundiales para crear tu propia revolución. La tuya puede ser a pequeña escala. Puede traducirse en mejorar tus hábitos de consumo, en resolver problemas que afectan a tu comunidad o a tu barrio, en llevar una vida ecológicamente más sostenible, o en activar a las personas de tu entorno para que sean agentes del cambio que empaticen con los problemas que hay a su alrededor (hijos, alumnos, empleados…).

Hace falta un cambio de mentalidad que nos ayude a darnos cuenta de nuestra capacidad y responsabilidad en la generación de cambios positivos. Que nos ayude a comprender que el futuro del planeta depende de una revolución silenciosa que empieza en cada uno de nosotros.


Y tu, ¿que estas haciendo para generar un impacto positivo en tu entorno?.

Fuente: Forbes.

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