La propuesta para actualizar la tabla de enfermedades de trabajo contempla el reconocimiento de trastornos mentales, pero la herramienta sólo ayudará a diagnosticar lo que no pudo evitarse, por eso la importancia de una cultura de prevención en esta materia.
“El trabajo decente es bueno para la salud mental”, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS). Quizá eso, garantizar un empleo digno, sería el primer nivel para prevenir la depresión, ansiedad, burnout y otras condiciones mentales ocasionadas por el entorno laboral.
En México, más de 3.6 millones de personas adultas han sido diagnosticadas con depresión, según la Secretaría de Salud (SSa). “La pandemia de covid-19 aumentó a más del doble la prevalencia de estos problemas de salud, en comparación con lo observado antes de 2019”, señala la dependencia.
Sin embargo, la cifra de quienes viven con ese trastorno sin saberlo, sin aceptarlo, sin nombrarlo y, por lo tanto, sin recibir ayuda, es mucho mayor. Muchas de las personas que no están siendo atendidas han enfermado por las condiciones de su trabajo.
La propuesta para actualizar la tabla de enfermedades de trabajo busca reconocer por primera vez trastornos mentales como padecimientos derivados del entorno o las actividades laborales, pero esta herramienta sólo ayudará a diagnosticar lo que no pudo evitarse.
“A menudo, un empleado deprimido no buscará tratamiento porque teme el efecto que tendrá en su trabajo y le preocupa la confidencialidad”, considera la organización Mental Health America.
“Tenemos un reto urgente, porque todavía hay un estigma y una subestimación de los trastornos mentales en la fuerza laboral”, dice el Arturo Juárez García, coordinador del Observatorio de Factores de Riesgos Psicosociales y Bienestar Organizacional (OFAPSI).
“Se ha demostrado que las personas que van a trabajar con depresión, o con cualquier otra enfermedad, pueden caer en el presentismo. Es decir, acudir pero sin ser productivo. Y también es muy posible que esto dé paso al ausentismo. Es necesario crear programas con la participación de trabajadores, patrones y académicos”, agrega el doctor en psicología.
La OMS y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estiman que luego de la pandemia, la pérdida económica a nivel global es de de casi un billón de dólares por la baja en la productividad debido al presentismo o el ausentismo. Pero la afectación que no es medida es a los ingresos directos de las pesonas trabajadoras y sus familias, pues al estar en depresión pierden días de trabajo, ascensos, bonos y hasta el empleo.
A nivel nacional, en el sistema público de salud, hay 0.959 psiquiatras por cada 100,000 habitantes, según la SSa. El déficit es alto y las consultas y medicamentos en la atención privada son costosas. Tan sólo en Estados Unidos, según cifras de Mental Health America, el costo directo por tratamientos es de más de 6,000 millones de dólares al año.
Los tres niveles de prevención
El Senado tiene pendiente de aprobar la actualización de la tabla de enfermedades de trabajo. la depresión, ansiedad, estrés laboral y el trastorno no orgánico del ciclo de sueño-vigilia son los cuatro padecimientos mentales que se agregarían.
Sin embargo, este listado de padecimientos se ubica clínicamente en el tercer nivel de atención, una vez que ya el problema ya fue desarrollado, explica Arturo Juárez.
Antes hay dos pasos, el primero es la prevención primaria, que se aplica “cuando todavía no hay sintomatología de depresión, pero las personas empiezan a manifestar la exposición de algún factor”. Es por eso que la NOM-035 para evitar factores de riesgo psicosocial en el trabajo es tan importante, comenta el especialista.
En este primer nivel de prevención, las empresas deben identificar los factores que pueden provocar algún trastorno mental en las trabajadoras y los trabajadores. Esos factores pueden ser la violencia laboral o la violencia en general, malos liderazgos, cargas de trabajo excesivas, salarios bajos, cero incentivos, entre otros, señala el especialista.
Con base en esa información, “hay que elaborar un programa de intervención”. Algunos estudios estiman que por cada dólar que se invierte en prevención, hay un ahorro de 5 dólares por los problemas que causan las condiciones mentales del personal, señala.
“La prevención secundaria se inicia cuando algunos síntomas ya comienzan a manifestarse. Es cuando los factores de riesgo a los que está expuesto el trabajador ya hicieron daño, puede ser la violencia laboral, o la violencia en el entorno de trabajo, jornadas demasiado largas o la doble carga de trabajo, como en el caso de las mujeres”. En este nivel “lo que hay que hacer es una aproximación terapéutica a nivel individual”.
El tercer nivel es una vez que la depresión ya está presente. Y sigue siendo preventiva porque este trastorno puede provocar otro tipo de daños en quienes lo padecen y quienes están a su alrededor. En este punto “las acciones de intervención van dirigidas a su situación de salud, la funcionalidad cotidiana para reintegrar a la persona su vida laboral y recuperar su calidad de vida”.
Fuente: El Economista