Aunque se redujeron los niveles de ozono en la Megalópolis, avanzan las partículas PM 10 y PM 2.5 dañinas para la salud, advirtieron especialistas.
A pesar de que existen avances en décadas pasadas, la mala calidad del aire es un problema en México, especialmente en las zonas urbanas donde se multiplica la población, el parque vehicular y la industria, sobre todo fuera de las grandes zonas metropolitanas. Hay emisiones peligrosas de partículas muy pequeñas llamadas PM 10 y PM 2.5, reconocieron expertos reunidos en el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM.
La calidad del aire continúa siendo uno de los grandes temas de análisis de los expertos del ICAyCC, que hace un gran esfuerzo por tener capacidades de pronóstico, escenarios de cambio climático, alertamientos y donde se proponen medidas de prevención, mitigación y adaptación”, afirmó el director de esa entidad académica, Jorge Zavala Hidalgo, quien moderó la mesa de diálogo “El futuro de la calidad del aire”.
La también investigadora del ICAyCC, Graciela Binimelis de Raga, recordó que en 2019 el 99 por ciento de la población mundial vivía en lugares donde la recomendación para emisiones de partículas PM 2.5 no se cumplía.
“Cerca de cuatro millones de personas murieron en 2019 en el mundo por exposición a partículas finas en extramuros, la mayoría en China e India, y en México hubo 29 muertes por cada 100 mil habitantes”, reiteró.
La especialista señaló que en América Latina hay resultados mixtos respecto a las emisiones contaminantes, con algunas disminuciones en el caso de nuestro país. “Hay un gran progreso en Norteamérica y Europa; resultados variados en África y un gran retroceso en Asia”.
Binimelis de Raga aseguró que hay progreso a nivel global en términos de acciones para disminuir la contaminación del aire, pero aún falta para que la mayoría respire aire limpio. “Todavía hay muchos países en el mundo que no cuentan siquiera con redes de monitoreo de la calidad del aire”.
En su oportunidad, Luis Gerardo Ruiz Suárez, también investigador de esa entidad académica, advirtió que la calidad del aire es más que el problema de los cuatro o cinco contaminantes que miden los expertos. “Para analizar las partículas los instrumentos son caros y se requiere personal altamente especializado; necesitamos abordar esa problemática”.
Dijo que la mala calidad es solo una de las manifestaciones del deterioro ambiental, que viene combinada con otras situaciones como el cambio climático y problemáticas a escala temporal y espacial. Hemos perdido tiempo abordándolos por separado.
Ruiz Suárez consideró importante avanzar en la normatividad e incrementar los estudios en zonas rurales, toda vez que en México solo se monitorean las urbanas. “No hay suficientes estudios del efecto de la contaminación en los cultivos, en la salud de los ecosistemas y en los materiales. Ahí hay pérdidas millonarias que no las estamos contando bien”.
Al hacer uso de la palabra, Ramiro Barrios Castrejón, director de Calidad del Aire en Zonas Metropolitanas de la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe), externó: en el país tenemos que medir más las partículas que contaminan el aire. Es caro, pero es más caro no hacerlo. Además, falta actualizar la legislación y aumentar el monitoreo en diversas zonas.
Para Víctor Hugo Páramo Figueroa, coordinador ejecutivo de la CAMe, la Megalópolis es diversa y sólo se conoce la calidad del aire por lo que registran las redes de monitoreo.
“La información que están arrojando indica que en las ciudades, que es donde principalmente se tienen mediciones, persiste el problema del ozono, de las partículas PM 2.5 y PM 10. En todas, los contaminantes no cumplen con las normas de protección de la salud mexicanas. Las ciudades tienen en común un crecimiento importante del parque vehicular”, acotó.
Cabe señalar que durante la transmisión de un video se planteó que las sustancias y partículas que contaminan el aire y a las que estamos expuestos provienen, principalmente, de la quema de combustibles fósiles en las industrias, de la generación de energía del transporte, incluso de actividades domésticas.
Fuente: Atmósfera UNAM